19-04-2024 12:29 AM Tiempo de Jerusalén

Elecciones sirias e hipocresía occidental

Elecciones sirias e hipocresía occidental

se ha producido una división internacional entre los países que han permitido las elecciones, que han sido la gran mayoría occidentales y árabes del Golfo Pérsico, donde la votación fue imposible.

Las elecciones presidenciales sirias han logrado ya un importante objetivo: las imágenes de miles de sirios abarrotando las embajadas en diferentes países, como el Líbano, son un reflejo del claro deseo de los sirios de participar en los comicios y mostrar, de paso, su rechazo a la brutal agresión de EEUU, Francia, Arabia Saudí, Qatar, Turquía y otros contra su país.

De hecho, se ha producido una división internacional entre los países que han permitido las elecciones, que han sido la gran mayoría, y una decena de ellos, occidentales y árabes del Golfo Pérsico, donde la votación fue imposible, ya sea porque las embajadas sirias están cerradas en ellos o por su rechazo político a las elecciones en Siria. Entre estos últimos estuvieron Francia, Reino Unido, EEUU, Alemania, Bélgica y Australia, que normalmente hacen un alarde verbal sobre su defensa de la “democracia”, pero que han tomado la medida más antidemocrática posible: impedir a los nacionales de otro estado votar.

En realidad, es interesante señalar el doble rasero escandaloso que utilizan estos países en cuanto a elecciones. En el caso de los recientes comicios presidenciales ucranianos el hecho de que Ucrania esté en guerra o que su gobierno no controle parte de su territorio, en el Sudeste del país que ha declarado su independencia, no fue impedimento para que EEUU y sus aliados de la OTAN alabaran a las autoridades pro-occidentales y anti-rusas de Kiev por el “éxito en las elecciones presidenciales”, que fue además, según ellos, “una lección para Rusia”. Sin embargo, esos mismos argumentos han sido utilizado por esos mismos gobiernos occidentales para negar credibilidad a las elecciones sirias.

En el caso de los referéndums de Donetsk y Lugansk en favor de la independencia, que resultaron en una victoria por más del 90% para la opción independentista, el argumento del no reconocimiento por parte de Kiev de tales consultas fue utilizado por los países occidentales. Sin embargo, estos últimos sí reconocieron el resultado del referéndum sobre la independencia de Kosovo, que fue rechazado por Serbia, el país al que dicha provincia pertenecía. Podríamos continuar.

Los argumentos occidentales contra las elecciones sirias se corresponden de forma absoluta con los de Al Qaida,  concretamente con los del Estado Islámico de Iraq y Siria (EIIS), que prohibió a los sirios votar en una declaración. En realidad, existen muchos ejemplos de que, pese a su oposición verbal, Al Qaida y los grupos afiliados a esta última han servido siempre los intereses de EEUU en todos y cada uno de los conflictos.

Las elecciones coincidieron también con la revelación aparecida en el Wall Street Journal de que el presidente de EEUU, Barack Obama, quiere aumentar el suministro de armas y proporcionar más entrenamiento a los militantes del Ejército Sirio Libre. Esto describe bien la política estadounidense: crímenes y derramamiento de sangre contra aquellos países que no someten a sus dictados. Esto puede verse hoy en día en Siria, en la república de Nueva Rusia e incluso, todavía en una escala menor, en Venezuela.

Otro aspecto interesante a destacar aquí es la absoluta falta de confianza de los países occidentales en su mascota, la Coalición Nacional Siria, a la que algunos de ellos describen, sin ruborizarse, como “la representante del pueblo sirio”. En realidad, si ellos creen realmente esto, han desperdiciado una oportunidad única para demostrarlo. ¿Qué mejor propaganda para la CNS hubiera sido que los países occidentales permitieran la celebración las elecciones en sus territorios y comprobar a continuación que no habría votantes en las embajadas sirias, como la CNS demandaba? Esto hubiera servido a su propósito de afirmar que el presidente sirio, Bashar al Assad, carece de credibilidad.

Sin embargo, los gobiernos occidentales temían, por el contrario, que se repitiera en sus países la imagen de largas colas en las embajadas, como sucedió en otras parte del mundo como Beirut, Ammán, Moscú o Pekín. En Beirut, la masiva afluencia de votantes llenó las calles adyacentes a la Embajada y obligó a prolongar las votaciones.

La debilidad y falta de representatividad de la CNS fue una de las razones que explicaron el fracaso de Ginebra-2. En realidad, el error de Siria y sus aliados fue permitir que este grupo se arropara la representación de la oposición siria en aquel proceso. Este falso papel se ha puesto ahora más de manifiesto por la aparición de otro polo opositor, representado por el ex dirigente de la coalición, Moaz al Jatib, Haytham al Manna y otros sirios del interior, que han dejado claro que sí están dispuestos a dialogar de una forma constructiva con el Estado sirio para poner fin a la guerra y que apoyan la lucha contra el terrorismo con el que la CNS y el ESL están aliados.

Por otro lado, la “importancia” que los países occidentales conceden a la “democracia” en Siria queda bien reflejado al analizar el tipo de aliados que han buscado: fanáticos criminales que saquean y asesinan de las formas más crueles (crucifixión, decapitación, degollamiento) a los prisioneros del Ejército sirio y a población civil, incluyendo a niños, que destruyen los sitios religiosos que no les son gratos y que imponen una dictadura insufrible a todos los que viven bajo su control.

También hay que mencionar, entre tales aliados, a países como Arabia Saudí donde no hay constitución ni elecciones y donde las leyes penales imponen crueles castigos, como latigazos y la decapitación, para “delitos” tan graves como las críticas al gobierno o la participación en manifestaciones pacíficas. En estos países, donde la mujer sufre una discriminación sin igual, una familia real impone su voluntad de forma discrecional a sus súbditos y no existe una distinción entre el patrimonio estatal y el suyo propio.

A ello hay que añadir el trato que dispensan a los trabajadores inmigrantes que, como sucede en el caso del vergonzoso “mundial de la sangre” de Qatar, sufren unos atropellos continuos (retrasos de meses en el cobro de salarios, malos tratos, falta de normas de seguridad etc), que han causado la muerte ya a varias decenas de ellos etc.

Éstos son los grandes aliados “democráticos” de EEUU y Francia. Sin embargo, el hecho de que estos gobiernos del Golfo sometan su política exterior a los dictados marcados por las potencias occidentales, que inviertan el dinero obtenido por su petróleo en los bancos de EEUU, Reino Unido y Francia, que compren enormes cantidades de armas a estos países e incluso que adquieran, de vez en cuando, algún club de fútbol europeo, en lugar de ayudar con esos enormes capitales a sus propios ciudadanos que viven en una gran proporción en una situación de miseria, es algo que convierte a tales reyezuelos en “demócratas modelo” a los ojos de sus amos estadounidenses, británicos o franceses. Pero éste no es el caso, ni lo será, de Siria.

Cabe señalar, por otro lado, que las elecciones presidenciales son, en realidad, una prolongación de las reformas que el Estado sirio ha puesto en marcha desde 2011 y que han incluido hasta ahora una reforma de la Constitución, la legalización de nuevas fuerzas políticas y el establecimiento de elecciones con varios candidatos y partidos. Estos logros, sin embargo, han sido ignorados o rechazados por los gobiernos occidentales porque éstos, en realidad, nunca han estado interesados en la democracia en Siria, sino en acabar con el rol de este país en Oriente Medio, someterlo a su control político, hacerle aceptar la hegemonía israelí y dañar, de paso, a Irán, Rusia y otros de sus aliados. Los ciudadanos sirios, por el contrario, valoran dichas reformas que son el fruto además del consenso nacional y no de una imposición extranjera.

Los comicios presidenciales sirios han establecido una nueva realidad que ya nadie podrá ignorar: que el presidente Bashar al Assad es inmensamente popular entre sus ciudadanos que lo consideran un baluarte en la lucha por la soberanía de la nación y contra el terrorismo. El tema de la presidencia ha quedado ya fuera de cualquier negociación política y las capitales occidentales son muy conscientes de ello. Al mismo tiempo, estos comicios contribuirán a un incremento del apoyo de los amigos reales de Siria -en especial de Irán, Rusia, China y otros-, que comprenden que ellos mismos son el objetivo último de la campaña anti-siria.

La resistencia de Assad, el Ejército y el pueblo sirios, del que estas elecciones son un capítulo más, posee también un valor innegable para la creación de un nuevo mundo multipolar donde no quepa la hegemonía de los estados depredadores, y el primero de todos EEUU, que han sembrado conflictos y muerte allá donde ha intervenido.