20-04-2024 05:49 AM Tiempo de Jerusalén

Mientras las granadas caen, el pueblo de Damasco se une en torno a Assad

Mientras las granadas caen, el pueblo de Damasco se une en torno a Assad

Fue un viaje simple de tres horas desde Beirut a Damasco. El cruce de la frontera no causó problemas y después el viaje fue interrumpido sólo por un puñado de puestos de control.

Fue un viaje simple de tres horas desde Beirut a Damasco. El cruce de la frontera no causó problemas y después el viaje fue interrumpido sólo por un puñado de puestos de control. Mi primera impresión de la capital siria fue que es sorprendentemente segura. No vi hombres armados en las calles durante el viaje a mi hotel y en el centro de la ciudad, la vida parece continuar normalmente.

Los residentes afirmaron incluso que el presidente Assad a menudo conduce hasta su oficina desde el piso modesto donde vive y puede ser visto a veces bloqueado por el tráfico de las horas punta. Cuando yo tomé el almuerzo en un restaurante con un ministro del gobierno no se veía ninguna seguridad en absoluto.

Sin embargo, tras sólo unas horas en esta ciudad, quedó claro que la vida en Damasco no es normal. Algunos de sus suburbios (en la Guta) están tomados por rebeldes armados, que disparan sus morteros contra las áreas en poder del gobierno. Éstos no tienen el alcance suficiente para llegar al centro de la ciudad, pero muchas personas viven bajo la sombra de un constante ataque.

Estos ataques son indiscriminados y las granadas de mortero caen al azar. Muchas de ellas caen sin producir daños o no explotan. Otras causan destrozos. El martes, una cayó en una escuela en Bab Tuma, matando a un niño e hiriendo a otros 40. Y en los pasados días el volumen se incrementó notablemente (tras el inicio de la ofensiva militar en la Guta Oriental). Un contable que vive en el rico suburbio de Yaramana me dijo que su área había sido atacada en 15 ocasiones antes del desayuno esa mañana.

El Domingo de Ramos fui a la Ciudad Vieja y caminé por una calle siguiendo la ruta que recorrió San Pablo. Y en la iglesia greco-católica vi ceremonias de enorme belleza. Este recinto fue atacado con morteros la pasada semana, pero sin causar víctimas. Yo pasé junto a un hombre que parecía aturdido junto a su coche destruido. Una granada de mortero lo había alcanzado sólo unos pocos minutos antes. Cuando cogí los restos de la granada, ellos estaban todavía calientes.

En los pasados días he hablado con empleados de tiendas, estudiantes, soldados, médicos, un dentista, diputados y ministros del gobierno (incluyendo el ministro de Turismo, que debe ser ahora el trabajo menos gratificante del mundo). Sobre la base de estas conversaciones, juzgaría no sólo que el apoyo al régimen se mantiene, sino que el presidente Assad podría muy bien ganar unas elecciones populares que fueran libres y justas. Tales elecciones deberán ser celebradas antes del 17 de Julio si el presidente no quiere exceder su mandato constitucional en el cargo. Se espera pronto un anuncio en tal sentido.

Hablando sobre estas elecciones, descubrí -para mi sorpresa- que incluso las personas que que no pertenecen al partido gobernante Baaz, incluyendo a algunos opositores políticos a Assad, manifiestan que le apoyarán. Maria Saadah, una diputada independiente por Damasco, me dijo que su carrera como arquitecto se había visto perjudicada pro el hecho de no pertenecer al Partido Baaz y que ella había entrado en política al principio de la crisis porque quería reformar el sistema. Sin embargo, ella añadió que, en medio de una guerra contra lo que ella describió como insurgentes apoyados desde el extranjero, no era el tiempo para eso. La soberanía de Siria, dijo, era lo primero.

Este argumento es muy común. La gente aquí ve que su país está amenazado por potencias externas (sobre todo Arabia Saudí, Qatar y Turquía, todos ellos apoyados por Occidente), que están patrocinando a los grupos yihadistas que componen la oposición. Yo estuve sorprendido al ver que este argumento no sólo es utilizado por el entorno alauí del presidente, sino también por los musulmanes sunníes, los cristianos y los miembros de los otros grupos culturales y religiosos que abundan en Siria.

Esto no cuadra con la narrativa occidental de que el gobierno del presidente Assad, con la ayuda de un puñado de seguidores alauíes, está inclinado a la destrucción del resto del país. Consideremos los hechos. Sólo unos pocos de los 30 miembros del gobierno de Assad son alauíes. El primer ministro es sunní, del mismo modo que lo son el ministro del Interior, el ministro de Justicia, el ministro de Exteriores o el ministro de Defensa. La delegación que viajó a Ginebra para las negociaciones hace varios meses estaba totalmente compuesta de musulmanes sunníes (aunque ellos probablemente rechazarían los términos confesionales y preferirían pensar en sí mismos únicamente como sirios).

No es sólo la clase política la que piensa de este modo. La pasada noche, yo participé en una cena con un joven médico. Él me mostró unos mensajes intercambiados en Facebook con un antiguo amigo de la escuela médica que se había unido al grupo extremista Frente al Nusra. Él doctor había publicado un mensaje general dirigido a todos los yihadistas pidiéndoles: “Por favor, dejad de dispararnos con vuestros morteros”. Él quedó sorprendido por la respuesta recibida de su antiguo amigo: “Yo os meteré una bala en vuestras cabezas”: El doctor le contestó: “No tengo miedo de ti”. Esto fue seguido por una respuesta más terrible: “Nosotros amamos la muerte. Bebemos sangre. Nuestros presidentes son los cadáveres. Espera por nuestros coches bomba que te matarán”.

Cuando le pregunté al médico si tenía miedo, él se encogió de hombros y dijo: “Por supuesto, él puede venir y matarme en cualquier momento, justo poniendo un paquete en mi puerta o pidiendo a alguien que venga y me liquide”.

Cuando estaba en Bab Tuma, se me acercó un tendero, que insistió en llevarme a su tienda de antigüedades. Allí, él me sirvió un té y me dijo sin rencor que ya no tenía clientes que vinieran a visitarle y que no había empleos”.

Él caminó conmigo por una avenida hasta su hogar y señaló a un balcón destrozado donde su madre se solía sentar. Hace dos meses ella estaba descansando allí cuando murió a causa de un impacto directo de una granada de mortero. “Tu gobierno (el británico) es el peor. Ellos dicen que quieren que Siria sea una democracia y se alían con Arabia Saudí, que no tiene nada de democracia”.

He estado en Damasco sólo unos días y he estado sólo fuera de la ciudad una vez, en un viaje patrocinado por el gobierno a la antigua localidad cristiana de Maalula, que fue tomada esta semana por el Ejército. No he hablado con la oposición (viajar hacia las áreas controladas por los militantes es imposible. Muchos periodistas que lo han intentado han acabado secuestrados por aquellos).

Creo que las palabras de mi amigo tendero merecen una reflexión. Si los insurgentes que mataron a su madre ganan la guerra, ya no habrá iglesias cristianas en Siria (del mismo modo que no las hay en Arabia Saudí). La vida se convertirá en terrible para muchos musulmanes ordinarios, que componen la gran mayoría de la población.

No hay “chicos buenos” en la guerra civil siria. Sin embargo, no debemos mantenernos ciegos al hecho de que hay un proyecto ahí para destruir esta cultura rica, plural e increíblemente intrincada y reemplazarla con una versión monocromática del Islam wahabí del tipo que los clérigos saudíes promueven. Y es por esta razón que la Historia juzgará muy severamente el Reino Unido, EEUU y Occidente, que han estado ayudando y promoviendo este proyecto.


Peter Osborne -  The Daily Telegraph