26-04-2024 08:45 PM Tiempo de Jerusalén

¿Qué Hay Detrás de la Crisis de Siria?

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Los norteamericanos y europeos habían comenzado a negociar con los rusos e iraníes para lograr un acuerdo político tras haber fracasado en derrocar al régimen por la fuerza.

Poco antes del ataque químico cerca de la capital siria, que fue una operación conjunta israelo-saudí, los norteamericanos y europeos habían comenzado a negociar con los rusos e iraníes para lograr un acuerdo político tras haber fracasado en derrocar al régimen por la fuerza. La única condición que ellos pusieron fue que Bashar al Assad no fuera parte de la solución, e incluso comunicaron a Moscú que estarían dispuestos a aceptar que el presidente sirio eligiera a su propio sucesor.

Cuando los rusos -después de extensas discusiones con sus aliados- dijeron a Washington que era difícil aceptar tal condición, los países occidentales pasaron al Plan B, que consistía en elevar el nivel de apoyo militar a la oposición siria y reorganizar los grupos armados que luchan contra el régimen, permitiendo a Arabia Saudí que asumiera el liderazgo de los mismos en Siria.

El objetivo era derrocar al gobierno sirio mediante una gran ofensiva desde el norte y el sur del país además de distraer la atención de Hezbolá hacia su frente interno mediante atentados y ataques terroristas, y proporcionar más incentivos a los oficiales del Ejército sirio para que desertaran.

Entretanto, el gobierno sirio y sus aliados estaban ya en proceso de consolidar las ganancias militares en varios frentes expandiendo el área bajo control gubernamental, particularmente en la zona alrededor de Damasco. Una de tales operaciones fue lanzada el 20 de agosto, la víspera del ataque químico, contra las fuerzas de oposición en el sur y este de la capital.

Después de que la oposición fuera rápidamente rechazada en el noroeste del país, cuando intentaba penetrar en la región costera de Latakia, muchos de sus patrocinadores regionales e internacionales comprendieron que la única forma de lograr un cambio cualitativo sobre el terreno era el provocar una intervención militar extranjera directa en el conflicto, pero era necesario hallar un pretexto para que Washington se implicara.

Ésta fue la razón de que la “masacre química” en el área de Guta alrededor de Damasco fuera llevada a cabo por parte de los servicios de inteligencia saudíes e israelíes. Apenas había pasado una hora cuando la campaña orquestada por diversos medios para culpar a Assad estaba ya en su apogeo, seguida de las condenas y amenazas de las capitales occidentales.

Washington se apresuró a apostar por un ataque militar y despachó a enviados a Rusia e Irán para ofrecer a los dos países una última oportunidad de que dieran marcha atrás antes de lanzar sus misiles contra Siria. Sin embargo, estas amenazas belicistas no fueron suficientes para obtener concesiones políticas de ambos.

Los norteamericanos respondieron a esto señalando que ellos eran serios en lo que respecta a un ataque y movieron más barcos al Mediterráneo oriental e incrementaron el número de aviones en las bases que rodean Siria. Pero Rusia e Irán no se dejaron amedrentar y rechazaron las garantías de Washington de que un ataque limitado no daría lugar a una guerra más amplia y prolongada con consecuencias devastadoras para la región en su conjunto.

Por su parte, Rusia, Irán, Siria y Hezbolá pusieron sus fuerzas en estado de alerta y les ordenaron que se prepararan para una confrontación militar.

Por su parte, el Parlamento británico rechazó una propuesta del primer ministro, James Cameron, para participar en un ataque contra Siria y colocó a su aliado estadounidense en la posición poco confortable de ir prácticamente solo a una confrontación. De repente, Obama sintió también la necesidad de consultar a la opinión pública norteamericana y buscar la aprobación de los representantes del Congreso.

Obama tiene ahora dos caminos ante él: o buscar una solución negociada o entrar en una aventura militar cuyo resultado no puede controlar. Los resultados de la primera ronda de esta confrontación en relación a Siria proporcionarán, sin embargo, otra evidencia de que los días en que EEUU podía imponer a los demás países su política, sin importar la opinión del resto del mundo, están en vías de convertirse en una reliquia de la historia.

Al Akhbar